Dramática despedida de Cory Monteith en 'Glee'

La popular ficción musical estadounidense dedica un 'Adiós' al actor Cory Monteith, que interpretaba a uno de sus personajes protagonistas, Finn Hudson, con un emotivo episodio donde no falta la música.

Imagen promocional del episodio.

No hay mejor manera de despedir a alguien que se dedica a la escritura que con palabras, y lo mismo ocurre con el mundo la música. Cory Monteith, actor y cantante fue encontrado muerto el pasado julio en su habitación del hotel Fairmont Pacific Rim en Vancouver, Canadá, debido a una sobredosis de alcohol y heroína. Su equipo, el reparto de la serie 'Glee' en la que representaba a uno de los personajes principales, Finn Hudson, decidió rendirle homenaje con un capítulo musical dedicado a su persona.

El capítulo, titulado 'The Quarterback', debido a la posición que tenía su personaje en el equipo de rugby del instituto, no cuenta las razones de la muerte del personaje, sino que aborda directamente el tema de la aceptación de la misma. Un episodio lleno de emoción en el que los actores no sólo transmiten la rabia y el dolor de sus personajes sino el suyo propio. Se versionan seis canciones llenas de sentimiento: 'Seasons of love' del musical Rent, interpretada por el colo al completo; 'I'll stand by you' de The Pretenders, interpretada por Amber Riley (Mercedes); 'If I die young', de The Band Perry, interpretada por Naya Rivera (Santana); 'No surrender', de Bruce Springsteen, interpretada por Mark Salling (Puckerman); 'Fire and rain', de James Taylor, interpretada por Kevin McHale (Artie) y Chord Overstreet (Sam); y finalmente 'Make you feel my love', de Bob Dylan, interpretada por Lea Michelle (Rachel), novia en la ficción y en la realidad del actor.

Lo mejor del episodio es la escena final, en la que el profesor de los chicos, William Schuester (interpretado por el actor Matthew Morrison), llora desconsolado la muerte de su alumno y amigo. Supone el broche final de un episodio que no deja indiferente a nadie, y consigue transmitir el desgarro de superar la muerte de un ser querido del que nadie se ha podido despedir.